Hace algunos años, escuché estas palabras de boca de una pediatra, y nunca las he olvidado. Era  su manera de felicitar a unos papás, por haber estado con las antenitas alerta, y reconocer síntomas que no eran fáciles de ver. No sé si todos los padres tenemos antenitas; yo creo que sí, pero igual algunos no saben cómo utilizarlas, o no quieren utilizarlas, o simplemente no dan importancia a lo que esas antenitas puedan percibir.

Lo que intento decir con esto, es que nunca debemos obviar o quitar importancia a los gestos, rutinas, actitudes, o comportamiento de nuestros hijos. Nada pasa por que sí…todo tiene una explicación; a veces nos llevan al diagnóstico de algún trastorno o síndrome y otras veces a comportamientos transitorios sin importancia. Siempre, ante la duda debemos consultar con un médico o especialista.

Podemos estar frente a un niño callado, retraído y pensar: es que es muy tímido, seguro que cambiará; o también podemos estar ante un posible caso de autismo.

Podemos estar frente a un niño que muestra mucho interés por un tema concreto (banderas, países, trenes, dinosaurios) y pensar, mira ahora le ha dado por esto y no hace otra cosa; o podemos estar ante un posible caso de síndrome de asperger.

Podemos estar frente a un niño muy meticuloso y rutinario y decir es que es muy ordenado; o podemos estar ante un evidente caso de TOC (trastorno obsesivo compulsivo) que condiciona su día a día y le genera mucha ansiedad.

Podemos estar ante un niño muy precoz para hablar, andar, leer, escribir, sumar, restar…. Y decir  va muy adelantado porque trabajamos mucho con él; o también podemos estar ante un niño con altas capacidades o superdotado, que en caso de no ser tratado y adaptar sus necesidades curriculares puede llegar a ser un fracaso escolar por que se aburría en clase.

Podemos estar ante un niño con un comportamiento agresivo, desobediente, con actitud abusadora hacia compañeros y pensar que es una etapa de pataletas y mal comportamiento y que seguro se pasará; o podemos estar ante un futuro psicópata o sociópata que cometerá abusos y bullying a algunos de sus compañeros.

Podemos estar ante un niño con reticencia a probar o tolerar algunos alimentos y pensar que cuando crezca seguro los irá aceptando; o también podemos estar ante los síntomas de una anorexia o bulimia que aparecerá probablemente en la época de mayor cambio de un niño que es la adolescencia.

Podemos estar ante un niño inquieto y distraído y decir que es muy nervioso; o podemos estar ante un niño con hiperactividad y déficit de atención.

Así podría continuar con una larga lista de situaciones o comportamientos que pueden derivar en enfermedades, síndromes o trastornos.

Todos estos síndromes, trastornos o enfermedades son tratados por psiquiatras y psicólogos. Parece que muchos padres tememos o sentimos la necesidad de esconder que nuestros hijos necesitan ayuda psiquiátrica o psicológica. En el último año se está hablando mucho de la importancia de tener acceso a tratamientos de salud mental. En muchos colegios e institutos, bien como una asignatura más o de una manera opcional, se está ofreciendo ayuda psicológica, y es verdaderamente alarmante, la cantidad de niños y jóvenes que acuden a estos servicios en muchas ocasiones sin que sus familias tengan conocimiento de ello.

No; acudir al psiquiatra o psicólogo no es malo, no es motivo de vergüenza; Es la rama de la medicina que estudia y trata una de las partes más importantes del ser humano, y se debe recurrir a ella en caso de necesitarlo igual que acudimos al médico de cabecera por un resfriado. Debemos tratar de normalizar la necesidad de acudir a estas consultas. Incluso en algunas ocasiones, es necesario hacer intervenciones y tratamientos con cursillos para niños y padres.

Por eso hay que tener siempre “las antenitas activadas “y no obviar ningún síntoma o comportamiento por pequeño  o simple que nos parezca. La detección y tratamiento tempranos será fundamental para el desarrollo de esos niños e incluso darles la oportunidad de cambiar su  futuro.

Afortunadamente, ahora los  colegios disponen de un servicio de orientación que trabaja conjuntamente con el profesorado y da la oportunidad de diagnosticar precozmente a muchos de estos niños. Dándoles la oportunidad de controlar su ansiedad, de centrarse en el trabajo y aprendizaje, de ofrecer adaptaciones curriculares individualizadas, y en definitiva de tener la oportunidad de vivir una vida feliz u normalizada.

De “las antenitas de los papás” depende el futuro de muchos niños. Por favor, mantengámoslas  siempre alerta.

Firma María Isabel Sánchez

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