Querida cebra, no, no te sientas culpable.
No te sientas culpable porque eres una víctima. Sí, víctima de un sistema escolar que no ha sabido ni ha querido ver ni potenciar tu gran capacidad y ha generado tu frustración, tu desmotivación, tu falta de hábitos e incluso tu ansiedad. No eres culpable, eres víctima.
Víctima de la desinformación, de la invisibilidad de las mujeres capaces y de leyes que favorecen que nunca haya recursos para reconocerlas y/o ayudarlas. Víctima de un sistema que no es capaz de ver la excelencia y el potencial en aquellas chicas que no cumplen el estándar de niña buena, y son disruptivas, se revelan ante el sistema y las injusticias. Porque sí, al sistema le molestan las personas brillantes, y sobre todo las mujeres brillantes con voz propia como tú. Pero tú no te lo creas, porque ellas son las líderes del futuro.
Pero sí, es el momento en que te reconozcas, dejes de intentar encajar, de no destacar, te valores, eches a un lado tu síndrome de la impostora, detectes y gestiones tus hipersensibilidades y te reconozcas como la cebra que siempre has sido, y que nadie ha sabido ver, porque no, tú no eres culpable, eres víctima.
Reconoce que eres un gran diamante todavía pendiente de pulir. Pero sí, te aviso que el sistema no te ayudará, aunque sé que tú encontrarás la forma, porque sí, tú eres valiente, capaz y única. Por si no lo sabías, las cebras son el único equino que es imposible domesticar, y además sus rayas son como huellas dactilares, que hacen a cada una de ellas, diferente y única, como tú.
Pero tranquila mi cebra, la vida no es una carrera de velocidad, es una carrera de fondo. Y todos tenemos derecho a tropezar y no llegar a la meta cuando pensábamos llegar, pero sí, sé que llegarás.
Y mientras tanto yo intentaré por ti y por todas las cebras invisibles, derribar mitos, informar y visibilizar la alta capacidad invisible, y sobre todo en mujeres. Porque pesan demasiado los porcentajes tan altos de fracaso y abandono escolar, sí de un 70%.
A continuación dejo un estudio sobre Las AACC en España: entre la desatención y la ignorancia.
