En más de una ocasión hemos oído hablar de la complejidad de la mente humana. De hecho, nuestro cerebro es el órgano más enigmático del universo y resulta complicado encontrar explicación a su funcionamiento.
Yo no soy científica, ni psicóloga, ni psiquiatra. Sólo soy una mujer enferma por depresión y que trata de entender algunos aspectos provocados por ésta. Es increíble como el cerebro puede manipular mi mente para hacerme ver una cosa de dos maneras totalmente opuestas. Lo que mi cerebro me muestra como algo malo, en otro momento me dice que es lo mejor del mundo. No sólo me lo dice, sino que me convence de ello.
Ejemplo de ello es mi casa; mi hogar que se ha convertido en mi prisión y a la vez es mi paraíso.
Prisión porque uno de los primeros síntomas de la enfermedad te encarcela entre las paredes de tu casa, sin saber por qué, te quita las ganas de salir, de levantarte, de vivir…
Paraíso porque ahí encuentro paz y me siento protegida.
Prisión porque poco a poco te aleja de tu familia, amigos, tus seres queridos.
Paraíso porque ahí nadie me hiere con actos dañinos.
Prisión porque me mantiene esposada día y noche a un sofá amarillo.
Paraíso porque en ese sofá cuando duermo siento alivio.
Prisión porque de noche su insomnio hace eternos los minutos y la cosa más simple se convierte en mi peor enemigo.
Paraíso porque al salir el sol al enemigo de anoche lo veo de modo mucho más sencillo y trato de luchar para darlo por vencido.
Prisión donde mis planes más cercanos los convierte en un alto muro.
Paraíso por que al día siguiente celebro cada logro conseguido.
Todo esto y muchísimos síntomas más (pérdida de rutinas, baja autoestima, tristeza profunda, irritabilidad, alteración del sueño y del apetito, fatiga y malestar general…) puede generar la depresión y enfermarnos sin darnos cuenta.
A veces nos toca vivir situaciones en la vida que jamás pensamos que nos llegaran a ocurrir e intentamos lidiar con ellas de la mejor manera que sabemos.
A menudo, si presentamos alguno de sus síntomas, tendemos a pensar que es algo pasajero, que es sólo por estrés o que estamos atravesando una etapa un poco bajos de moral. Yo pienso que cada persona llevamos en la espalda una mochila de descarga imaginaria, donde vamos guardando cosas que nos preocupan, situaciones que creíamos superadas a las que sólo les pusimos un parche… y a algunas personas se nos llena enseguida.
No hay que tener miedo y acudir al especialista para que nos trate y nos enseñe a mantener la mochila vacía. La depresión es una enfermedad y como tal hay que tratarla… siempre pidiendo ayuda.