Desde la cocina, escucho a Vega como nombra, uno a uno, a todos sus compañeros de clase: Denisa, Marco, Izan, Yanet, Oliver, Daniel, Susana, Paola… “¡Mamá!, ¿cuándo se vayan los bichos, iremos al cole y con los tatos?” Al mismo tiempo, pienso y me digo en voz alta: “¡Cuántas cosas voy a tener que explicarte cuando seas mayor!”
Es una tarea en la que ahora no nos paramos mucho a pensar pero, tarde o temprano, nos va a tocar explicarles a nuestros hijos pequeños qué sucedió para que estuviesen tantos días sin clases, sin salir de casa y sin poder abrazar a sus yayos, tatos y tíos.
Echando la vista atrás, recuerdo cuando en las clases de historia estudiábamos nuestros antepasados, los hechos más destacados de nuestro país y del mundo. Cómo las cifras de muertos y heridos nos llamaban la atención por un momento, ¿verdad? Pero creo que hay una cosa en la que estaremos todos de acuerdo: por muy bueno que fuese el profe de historia, nada era tan potente como los relatos que nos contaban nuestros abuelos. Ellos nos contaban, por ejemplo, cómo vivieron la guerra en primera persona. En concreto, recuerdo los ojos llorosos de mi abuela cada vez que recordaba a su hermano Benito.
Salvando las distancias entre lo que supuso aquel conflicto y el momento actual que vivimos, sin suda, esta pandemia ocupará un espacio en los libros de historia de nuestros hijos. No sé cómo lo contarán en esos libros. Yo cada vez que pienso en cómo le explicaré todo esto a mi hija me viene un título a la cabeza: “CUANDO EL MUNDO SE LLENÓ DE SUPERHEROES”.
Tengo claro que le tendré que hablarle a mi hija de datos, de cifras que espero le sirvan para poderse imaginar por un momento lo que estamos viviendo hoy. Porque es importante analizar esto: la gran mayoría estamos protegidos en casa, pero alrededor de 15.000 familias son ya las que han perdido a un ser querido. Lo escucho en las noticias y hay días en los que me siento mal porque parece que la cosa no vaya conmigo, no soy capaz de asimilar ciertas informaciones tan tristes y dolorosas. Hay momentos en los que tenemos la necesidad de evadirnos de esta realidad que parece una mala pesadilla.
Durante estos días, he pensado mucho en cómo sería esa conversación, lo que querría transmitirle para que ella sepa el papel que estamos jugando cada uno de nosotros en esta nueva batalla:
Muchas familias tuvieron que sufrir la pérdida de seres queridos y sabes una cosa, ni si quiera pudieron acompañarles en el hospital, ni despedirse de ellos, ni llevarles flores… Todos debíamos permanecer en casa, evitando así que el dichoso virus COVIC-19 se propagase. Pero sabes, todos los ciudadanos teníamos algo en común y es que todos nos convertimos en SUPERHÉROES! Sí, Vega, tú también fuiste una heroína todos esos días. Te quedaste en casa sin poder salir, haciendo tus tareas. Comprendiste que unos bichos pequeños andaban sueltos por la calle y que por eso no podíamos salir.
Papá y el yayo tenían que ir a trabajar para que tuviéramos comida y, además, por la noche, salían con su tractor para intentar “matar” al bicho, como tú siempre decías.
La tía iba todos los días al hospital sin descanso para cuidar a todas las personas que se ponían malitas. La vecina que vive ahí en frente se iba todas las noches a cuidar a los yayos que estaban enfermos. Y el tío, que vino a verte con su coche del trabajo, iba por los pueblos velando por la seguridad de todos.
La señorita nos mandaba videos y las tareas para que tú siguieses avanzando en tu aprendizaje y las yayas estuvieron cosiendo mascarillas para poderlas dar a los hospitales y que todas las personas pudiesen tener una. ¿Te das cuenta Vega, cuántos superhéroes tenías en tu familia? Pues sabes, todos los niños tenían esa suerte. Todos estábamos rodeados de superhéroes.
“Pero, mamá, ¿los superhéroes no tienen súper poderes?” Sí, así es hija. Y, sabes una cosa, desde entonces, todas las personas del mundo tenemos esos súper poderes, ¿Quieres que te los explique?
El súper poder de la SOLIDARIDAD: Todos nos intentamos ayudar. Si sabemos que alguien nos necesita, le ayudamos en lo que podemos y no tienes que esperar nada a cambio. Ayudar a alguien que te necesita es muy gratificante hija. ¿Tomas nota? “Sí, mamá”.
El súper poder de la EMPATÍA: Las personas tenemos que intentar ponernos en el lugar del otro. En ocasiones, nos enfadamos mucho y creemos que siempre llevamos la razón y esto ¿sabes por qué pasa? Porque no nos ponemos en el lugar de la otra persona. Tenemos que pensar también en cómo las otras personas se pueden sentir o qué pueden pensar. Antes de enfadarnos y de juzgar a los demás es importante hacer esto. Es complicado a veces, hija, pero hay que poner de nuestra parte.
El súper poder del AFECTO: Cuando vino el bicho, no podíamos abrazar ni besar a todas las personas que queríamos. Pero fue cuando más demostramos nuestro afecto. Enviábamos mensajes positivos y afectivos todos los días, incluso te diría que fue el momento en el que nos acordábamos de todas las personas que realmente queríamos, aunque estuviesen muy lejos. Y gracias a la tecnología nos podíamos comunicar y sentirnos más cerca los unos de los otros.
El súper poder de la GRATITUD: En esa etapa que nos tocó vivir aprendimos a ser agradecidos, a dar las gracias. Es importante saber valorar lo que hace cada persona y darnos cuenta de que todos somos importantes. Por eso, siempre te digo que hay que dar las gracias cuando alguien te da algo o hace algo por ti.
“Mamá, y el bicho, ¿consiguió vencer a los SÚPER HEROES?” Pues mira, Vega, ocurrió como en las películas, muchos se tuvieron que marchar al cielo, pero lo que el bicho consiguió es que todos tuviésemos estos súper poderes para poder usarlos siempre y esto es algo maravilloso. “Sí, mamá, ¡me gusta! Mañana en el cole se lo contaré a mis compañeros.”
Que estos valores que hoy resaltamos, no nos abandonen nunca.
Bonito relato.
Me ha removido tantas emociones…….