Hay momentos que es inevitable echar la vista atrás, hacer balance del año y comprobar si algo ha salido como habíamos planeado.
Tratándose del 2020, la respuesta parece obvia, ¿verdad?
No quiero hablar de lo que se ha llevado la pandemia (que en algunos casos ha sido demasiado) sino de lo que nos ha devuelto. Porque, de alguna manera, ha servido para que pongamos el foco en las cosas importantes de la vida.
Los abrazos de bienvenida a esas amigas que viven fuera, las comidas familiares, la libertad de decidir qué hacer (y con quién)… Estábamos tan ocupadas con la rutina que apenas nos dimos cuenta de lo que teníamos.
Hasta que todo cambió.
Y así, de repente, los vecinos se conocieron, nuestros mayores se pusieron al día con las nuevas tecnologías y l@s peques convirtieron la naturaleza en un parque de atracciones mientras nosotras recordábamos que la tortilla de patata sabe mejor de excursión.
Ahora que llega el momento de los buenos propósitos, sospecho que algunas querremos perder los kilos que ganamos en la cuarentena, desearemos reunir pronto a la gente que queremos y cruzaremos los dedos para que el futuro sea un poquito más normal.
Mientras tanto, seguiremos guardando esos besos y abrazos que tantas ganas tenemos de regalar, dibujaremos burbujas invisibles para evitar que la incertidumbre alcance a nuestr@s hij@s y les sonreiremos con la mirada cuando paseemos por las calles iluminadas.
Quizás sea una ilusa, pero suelo buscar el lado bueno a todo, aunque vivamos tiempos difíciles y cueste encontrarlo. Y creo que esta Navidad, el mundo entero compartirá un mismo deseo.
¿No sería estupendo que entre tod@s consiguiéramos convertirlo en realidad?
Feliz 2021.